Domingo Alberto Rangel M.

Ojo al parche: No juego golf pero si defiendo la propiedad privada...














Domingo Alberto Rangel M.





3erPolo
















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Los seguidores de las teorías basadas en que la historia está escrita sobre la base de conspiraciones están de plácemes a raíz de las patanerías del alcalde Metropolitano de Caracas.

 

Para esa gente todo es parte de un teatro chusco cuyo guión contempla que mientras dure la campaña electoral y el ciudadano Presidente esté de viaje los personajes menores –como el periodista y profesor universitario Juan Barreto por ejemplo- deben crear tanto caos como puedan al punto que una vez retornado de su viaje el ciudadano Hugo Chávez Frías la gente asustada le pida de rodillas al Presidente que meta en cintura a sus locos.

 

También he escuchado personas dispuestas a jurar que todo este teatro es parte de un siniestro plan concebido para subir la aceptación pública de los alcaldes de Primero Justicia cada vez que sus puntos caen, ya sea porque la gente comienza a compararlos a uno con Irene Sáez y al otro con cualquiera de sus predecesores, o porque repentinamente les da por pelearse entre ellos y la gente cree que son capaces de dividir irresponsablemente los haberes del partido.

 

Esta gente jura que la corta pasantía por la DISIP de Henrique Capriles Radonski hizo olvidar a los electores lo descuidada que está Baruta y que a raíz los barrigazos y escupidas que Barreto le propinó al alcalde Henrique Capriles, nuevamente se consiguió el efecto del carcelazo.

 

Puede ser o no ser porque este tipo de explicaciones adolece de pruebas: Se trata de una teoría sobre la cual o se tiene fe o igual se piensa que se trata de otra charlatanería, como la virginidad de los ángeles.

 

Pero en el lamentable episodio del Concejo Metropolitano de Caracas hay cosas de fondo, más allá de otras minucias como las patanerías, barrigazos, escupitajos y una capacidad de aguante digna de Ghandi que demuestran tener los alcaldes de Primero Justicia cuando en vez de levantarse con la dignidad y arrojo que demostró el rector de la Universidad de Salamanca, Don Miguel de Unamuno ante los denuestos del general fascista José Millán-Astray que le insultó pistola en mano... prefieren guardar la compostura y mirar para el techo o leer los comentarios en el T-motion.

 

Me refiero a que el alcalde Barreto se arriesgó más allá de lo calculado cuando nuevamente insinuó la expropiación de unos campos de golf –ahora le tocó el turno a los de La Lagunita pero antes se había referido al Caracas Country Club- en la creencia, correcta por lo demás, que en Venezuela no juegan ese deporte ni la cien milésima parte de la población. En eso acertaron quienes le indican a Barreto que agreda a quien se supone carece de padrinos.

 

Pero, en lo que no acertaron fue en la parte de la expropiación en si misma. Veamos.

 

Como juez de paz me tocó en días pasados actuar a petición de algunos vecinos en el barrio de Ojo de Agua –Baruta- a raíz precisamente de la amenaza de invasiones por parte de ciudadanos que se supone fueron trasladados hasta los terrenos a invadir, en autobuses pagados por la Alcaldía Metropolitana de Caracas. Cuando llegué al sitio gran parte de los hechos y las refriegas en realidad habían pasado aún cuando la situación se podía calificar como “tensa”.

 

Si Juan Barreto hubiese estado allí ese día habría constatado que en ese barrio la gente había procedido a proteger todo terreno limpio mediante el sencillo procedimiento de hincar en la tierra pequeños carteles con la frase “Propiedad Privada”, a veces escrita con ”v” y a veces con “b”, pero, Misión Robinson aparte el sentido era el mismo.

 

La propiedad privada, bastante intervenida en Venezuela a raíz de las últimas Constituciones, sigue teniendo dolientes –entre los que se cuenta este escribano- a pesar, o probablemente a consecuencia, del empobrecimiento de la población. Proceso que poco a poco comenzó paradojicamente el último año del boom petrolero de la primera presidencia de C. A. Pérez cuando creció la corrupción, la desinversión y el número de pobres a pesar de que en ese entonces solo se dieron cuenta algunos académicos y los propios pobres cuya opinión contaba poco porque estaban "excluídos".

 

Pienso que las patanerías del alcalde Barreto, aún cuando no constituyen delito, pueden ser en todo caso denunciadas ante el Concejo Moral Republicano como faltas graves y repetidas, y luego sentarse a esperar la decisión sin hacerse mayores esperanzas. De allí eso, "no pasa a mayores".

 

Si, pero el episodio revela más que el hilo dental que usan algunas jovencitas en las playas: La clase política venezolana y la jauría mediática prefieren personalizar el insolente ataque del ciudadano Barreto a los alcaldes de Primero Justicia, en vez de reclamar lo que en el fondo postula el alcalde Metropolitano.

 

Medios y políticos alineados con una de las minorías, patalean y reclaman, como si el gordo hubiese insultado, ironisado y escupido a los municipios Baruta y Chacao del estado Miranda –craso error porque entonces toca asimilar los insultos al Presidente de la República como el ataque a la Nación venezolana-.

 

Los fablistanes y políticos alineados en el otro bando  se contantan con negar la patanería de Barreto que evidentemente ocurrió porque hay demasiados testigos para negarla.

 

A mi modesto entender lo que se debe rechazar con mayor vigor en medio de este aparente teatro, es la negación de la propiedad privada como base de persistencia de la familia y principal motor de progreso humano conocido.

 

Allí debemos colocar el debate: Colectivismo o individualismo. En el primer caso podemos seguir como estamos, o llegar incluso al comunismo, en el segundo se puede comenzar a recobrar la senda de la prosperidad. Así las cosas porque discutir sobre la base de "quítame esas pajas" revela el primitivismo de algunos políticos y periodistas.
















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