Domingo Alberto Rangel M.

Banderas del pasado














Domingo Alberto Rangel M.





3erPolo
















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El comité de buenas costumbres que desde hace años determina en Venezuela lo que se incluye y lo que queda excluido de la agenda pública de discusión esta semana ordena opinar sobre la cantidad de estrellas que adornan la bandera nacional.

 

Por una vez hagámosle caso a quienes se toman la molestia de escoger por nosotros el menú del lavado cerebral que deja limpias las neuronas.

 

Unos dicen que se trata de “un acto de justicia con la memoria del Libertador”.

 

Otros que se trata de “traición a la patria”.

 

Como estamos en presencia de grupos relativamente numerosos y violentos me parece tanto inconveniente como inútil  tomar partido porque sin ser bombero pienso que eso equivaldría a lanzarle leña a un incendio en pleno desarrollo.

 

Sin ser experto en Heráldica porque para eso están los que se especializan en sacar dinero a los nuevos ricos para inventar escudos de armas y antepasados nobles, creo sin embargo que la discusión sobre las estrellas de la bandera revela sobre todo unos políticos anclados en el pasado.

 

En ese sentido me parece importante señalar que hay países que no han cambiado su bandera y otros que si lo hacen.

 

Entre los que acostumbran modificar la enseña nacional estamos nosotros y los estadounidenses también porque en algunas cosas coincidimos con el imperio.

 

Recordemos entonces que es vieja, pero no tanto como dicen, la bandera que recién la Asamblea Nacional acaba de modificar porque en un “Aló, Presidente” se lo pidieron a los diputados, ya que esta, la vieja de siete estrellas, tal como se conocía fue legalizada durante el gobierno del general Juan Vicente Gómez a comienzos del siglo pasado.

 

Tampoco es joven la debutante de ocho estrellas porque el mismo Presidente señala que quien la decretó sin ser acatado fue Simón Bolívar, el Libertador.

 

Pero como recordé los estadounidenses han modificado las estrellas de su bandera cada vez que crece ese país porque comenzaron con trece y ya van por cincuenta.

 

Cada vez que en USA se agarran un territorio o se les anexa otro le cosen otra estrella a la bandera sin mayor discusión porque los gringos saben que toda estrella nueva es ganancia.

 

Tal vez allí está la clave de nuestras dificultades... mientras en USA –un país lleno de patrioteros- nadie reclama fidelidad a la bandera que cosió Betsy Ross; aquí han hecho del estrellado tema parte de la discusión nacional.

 

Lamentable porque entre quienes discuten estas esquiciteces hay muchos y muchas a los que la patria debió o debe, porque aún son funcionarios, reclamarles el pésimo desempeño.

 

Y yo me pregunto ¿con siete o con ocho ganaremos más dinero, habrá más empleo o tendremos un Estado capaz de meter en cintura a pillos y malandros?

 

Si la discusión se hubiese hecho en tiempo presente quizás la bandera ahora tendría veinticuatro estrellas y Venezuela se encaminaría rumbo a la prosperidad en vez de tener un Presidente que semanalmente le pone conchas de mango a la vieja oposición a sabiendas que como niño goloso ante un caramelo no pueden renunciar a la tentación y terminan discutiendo con molinos de viento sin ser precisamente Quijotes.

 

Quizás eso explique los reclamos de una señora a quien escuché cuando mandaba a la porra tanto a quienes la invitaban a asistir al desfile oficial de la nueva bandera de ocho estrellas como a quienes le pedían asistir a la marcha opositora de la vieja bandera.

 

Así las cosas.

 
















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